[LARPSICO] La sobrecarga mental por el trabajo reproductivo es un factor de estrés en el trabajo para las mujeres, según un reciente estudio

Andalucía, 03/06/2024

Aunque suele silenciarse más, al igual que la violencia y el acoso en los entornos de trabajo tienen una intensa dimensión de género, como reconoce el Convenio 190 OIT, también el estrés laboral presenta una dimensión de género. En gran medida, como nos recuerdan las Notas Técnicas Preventivas (NTP) del INSST 1185 y 1186 (2023), la gestión en la debida clave de género del estrés laboral no puede llevarse a cabo sin tener en cuenta, evaluar, en consecuencia, la incidencia del conflicto psicosocial trabajo-familiar (CTF), esto es, del factor de estrés que deriva de la doble presencia de la mujer en el sistema socioeconómico. Es evidente que la distribución de roles en el trabajo de cuidar está cambiando en las unidades familiares, en virtud de derechos, políticas y medidas dirigidos a la potenciación de la corresponsabilidad (así se refleja últimamente en la Directiva UE 2019/ 1158 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 de junio, relativa a la conciliación de la vida familiar y la vida profesional de los progenitores y los cuidadores, transpuesta, aunque de forma incompleta, mediante diversas normas españolas, la más reciente el RDL 2/2024, 21 de mayo). Pero no menos constable resulta que, pese a todo, el rol de género femenino, con mirada colectiva, no individual (estereotipos socioculturales), sigue siendo prevalente en el trabajo de cuidar, también cuando están en el entorno laboral, porque en ellas sigue estando presente la tarea de planificación y toma de decisiones en el hogar, lo que no solo tendría efectos nocivos en su bienestar emocional sino en su salud laboral.

Esta realidad lleva tiempo evidenciada en el plano científico (Estudio The Cognitive Dimension of Household Labor). Confirma como un trabajo invisible, con un impacto de especial fatiga, estrés y ansiedad, porque no terminaría nunca, proyectándose desde el entorno doméstico y familiar al laboral, crea un obstáculo o “freno” en el trabajo productivo de las mujeres, contribuyendo al techo de cristal.  Recientes estudios le ponen magnitudes.

En efecto, se trataría de la denominada “carga mental del trabajo de planificación doméstica” que afecta a un 71% de las mujeres, muy por encima del porcentaje de hombres, sólo un 12%, según un estudio de la empresa P&G (conocida multinacional norteamericana de bienes de consumo). En este estudio se afirma igualmente que más de 6 de cada 10 madres perciben tener en mente a diario un listado infinito de cosas por hacer, frente a un 25% de los padres. Las consecuencias en la salud laboral no se harían esperar. Así, tiene efectos nocivos tanto en el estricto plano físico (cansancio constante, dolor de cabeza, falta de apetito, palpitaciones o insomnio) cuanto en el psíquico (preocupación excesiva, irritabilidad, pérdida de nivel de atención, mayor ansiedad), como recuerda en un reciente reportaje la coordinadora de la Unidad de Igualdad de la Universidad Oberta de Cataluña, confirmado por el director médico de la empresa farmacéutica Schwabe Farma Ibérica.

Consecuentemente, a efectos de la gestión preventiva de riesgos psicosociales en perspectiva de género este factor de estrés laboral, como es la carga cognitiva derivada de esa sobrecarga de responsabilidad planificadora de las mujeres, deberá tenerse en cuenta. En la evaluación de riesgos psicosociales, de un lado, y en la planificación preventiva, de otro.  Así, se recomienda, en el plano objetivo u organizacional:

  • Un específico reparto de la carga de trabajo, alternando unas más intensas con otras que necesiten menor esfuerzo
  • Contar con pausas cortas y frecuentes
  • Mayor atención a los factores sociales de relación interpersonal con diversos compañeros de trabajo, a fin de fomentar su bienestar psicosocial en el entorno
  • Concienciación de la importancia de marcar límites en los diversos entornos, en especial en el trabajo, a fin de no proyectar un mismo modelo de sobrecarga continuada, de manera que se facilite “procesar mejor la información y reducir el estrés, la carga mental y el riesgo de burnout.“.

En el plano individual de la gestión de emociones, la técnica comunicativa asertiva. Desde la evidencia científica, se relaciona una mayor habilidad social de asertividad con unos “niveles más bajos de ansiedad y depresión, mejor autoconcepto y autoestima, más eficacia y mejores resultados en general en la salud mental" de la persona, en este caso, de las mujeres en sus diferentes entornos.

Asertividad: lo que yo quiero y Lo que quieren los demás

No obstante, es evidente que estas medidas de planificación del trabajo en clave de género de las mujeres para integrar una gestión saludable de la carga mental femenina derivada de su prevalencia en la planificación doméstica (trabajo reproductivo o de cuidar en sentido amplio -incluyendo el trabajo doméstico-) pueden tener efectos sociolaborales negativos para las mujeres, en su promoción. En efecto, la menor disponibilidad exigible para la concentración en actividades principales o esa necesidad de concienciar de forma más significativa de la utilidad de decir no, de poner límites, puede derivar en una fuente de presión social añadida y en la confirmación de frenos al desarrollo profesional (imagen de no disponible para los compromisos de empresa). Por lo que al daño profesional que se puede derivar en esa carrera se añadiría un efecto contraproducente de la prevención: más carga mental por la tensión entre esa presión adicional y la frustración por la perpetuación de esos límites en la promoción profesional derivados del reparto sexista de roles, dentro y fuera de los entornos laborales.

A estos factores organizativos y de comunicación individual (asertiva), las personas expertas en esta gestión de género de la carga mental o cognitiva derivada del trabajo de cuidar, también esa dimensión invisible de la mayor responsabilidad planificadora con sus proyecciones más allá del entorno doméstico, en especial el laboral, añaden, de nuevo en el ámbito de la gestión individualizada, la promoción de pautas de hábitos saludables en la alimentación. Y ello en la medida en que el denominado “eje intestino-cerebro” mantiene una especial relación con la salud mental de las personas (se habla incluso de la técnica del 80/20). Por lo tanto, hallamos también una interacción entre la carga mental y factores de eventuales trastornos alimentarios (consumir compulsivamente productos dulces, con gran carga de azúcar). A ello se añade así la meditación guiada. En ambos casos, pautas adecuadas de alimentación y meditación, estamos ante técnicas de gestión individual de la carga mental en los entornos que integran el conflicto trabajo-familia, debiéndose, en todo caso, integrar con evaluación de factores organizacionales y planificación de acciones en este ámbito para que la acción preventiva sea más eficaz y duradera.

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