[LADEP] Edadismo laboral, prejuicios e ideas falsas sobre sus implicaciones en la salud laboral

Andalucía, 25/09/2023
señora mayor delante ordendador

La incidencia de accidentes laborales suele ser menor en trabajadores de más edad, pero sus consecuencias suelen ser más graves.

El tiempo pasa para todos, y es inevitable pensar en cómo esta certeza nos afectara en nuestro futuro, y más específicamente, como afrontaremos nuestros últimos años de carrera profesional.

Es un hecho que el grueso de la población trabajadora en los países desarrollados está envejeciendo. Según un informe de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), para 2030 la proporción de trabajadores mayores de 55 años se duplicará en la mayoría de los países de la OCDE (OIT, 2015). Este envejecimiento de la población trabajadora se debe principalmente al aumento de la esperanza de vida, acompañado de un descenso de la natalidad en las últimas décadas. Además, la crisis económica ha llevado a muchos trabajadores a retrasar su edad de jubilación (Silverstein, 2008).
Este panorama plantea importantes retos en materia de salud laboral, ya que el envejecimiento conlleva cambios fisiológicos y psicológicos que pueden afectar al desempeño y la seguridad en el trabajo. Los trabajadores de más edad son más vulnerables a determinadas enfermedades, así como a sufrir accidentes laborales de mayor gravedad (Pransky et al., 2005; Silverstein, 2008).

A nivel fisiológico, el envejecimiento implica una disminución paulatina de las capacidades físicas y sensoriales (White et al., 2018), que se caracteriza por;

  • Una disminución de la fuerza física y resistencia muscular. Esto dificulta la realización de tareas que requieren esfuerzo físico intenso o sostenido.
  • Un empeoramiento del equilibrio y la coordinación de movimientos. Aumenta el riesgo de caídas y tropiezos.
  • Una disminución de la flexibilidad de las articulaciones. Esto perjudica la adopción de posturas forzadas.
  • Una reducción de la capacidad aeróbica. Hay menor tolerancia a ambientes calurosos o trabajo físico prolongado.
  • Un empeoramiento de la destreza manual y la precisión en los movimientos finos. Esto dificulta la realización de tareas de manipulación fina.
  • La disminución de la agudeza visual y la capacidad de acomodación del ojo. Dificulta la lectura de textos pequeños o el trabajo fino.
  • La reducción de la capacidad auditiva, sobre todo en frecuencias altas. Esto perjudica la detección de alarmas agudas.
  • Un enlentecimiento en la reacción ante estímulos. Aumenta el tiempo de respuesta ante una situación de emergencia.

Todos estos cambios fisiológicos relacionados con la edad pueden dar lugar a un peor desempeño en el trabajo, así como un aumento del riesgo de sufrir accidentes laborales, especialmente en profesiones con altas demandas físicas.

En el caso de las trabajadoras, cuando llegan a la perimenopausia aumenta el riesgo cardiovascular, suponiendo un riesgo extra a tener en cuenta a la hora de realizar una evaluación de riesgos del puesto de trabajo (Verdonk et al,, 2022)

Así mismo, en muchas ocasiones, los trabajadores de mayor edad que lleven gran parte de su vida realizando la misma tarea pueden haber acumulado mayor cantidad de agentes contaminantes que se encuentre presentes en su entorno de trabajo. Como es el caso de los trabajadores agrícolas de mayor edad, en los que además de la acción acumulativa de toxinas (derivadas de insecticidas o herbicidas) existe mayor riesgo de sufrir enfermedades pulmonares relacionadas con el trabajo debido a la disminución de su función pulmonar, lo que puede agravar los efectos de inhalar sustancias tóxicas. Todo ello se traduce en el empeoramiento de las condiciones clínicas que se manifiestan en edades avanzadas, en particular cáncer y enfermedades neurológicas (Peter et al. 2008).

A esto se le ha de añadir evidentes cambios cognitivos como la disminución de la capacidad de aprendizaje, atención y mayor rigidez cognitiva. Estas limitaciones cognitivas asociadas a la edad pueden interferir en el correcto desempeño laboral, reduciendo la productividad en determinadas funciones, especialmente aquellas que requieren un alto componente cognitivo (Salthouse, 2012).

No obstante, estos cambios son graduales y varían entre individuos. Muchos trabajadores mayores siguen rindiendo igual e incluso más que trabajadores más jóvenes, sobre todo en trabajos que requieren experiencia y juicio (Ng & Law, 2014). Sin embargo, los cambios mencionados pueden volverlos más vulnerables a ciertos riesgos laborales.

Otro factor que afecta a la salud de los trabajadores de más edad es la mayor prevalencia de enfermedades crónicas como la hipertensión, diabetes, enfermedades cardiovasculares, respiratorias, mentales o neurológicas (Silverstein, 2008; White et al., 2018). Muchas de estas patologías también tienen síntomas asociados que pueden perjudicar el trabajo, como el cansancio, las alteraciones del sueño, la falta de concentración, el dolor crónico o la reducción de movilidad. Además, los tratamientos farmacológicos utilizados para controlar estas enfermedades pueden provocar efectos secundarios con impacto en la seguridad laboral. Por ejemplo, algunos medicamentos pueden causar mareos, sedación o alteraciones visuales que aumentarían el riesgo de accidentes en puestos como conductor u operador de maquinaria.

Aunque la tasa de incidencia de accidentes laborales suele ser menor en trabajadores de más edad, cuando éstos ocurren sus consecuencias suelen ser más graves (Silverstein, 2008). Las lesiones tienden a ser más severas y requerir períodos de recuperación más prolongados. Esto se debe en parte a que los huesos se vuelven más frágiles con la edad, por lo que cualquier caída o golpe tiene más probabilidades de ocasionar una fractura. También influye la presencia de comorbilidades, que complican la recuperación de los traumatismos. Se ha comprobado que trabajadores de 45 años o más tienen mayor probabilidad de requerir hospitalización después de resbalones, tropiezos y caídas que los trabajadores más jóvenes. Incluso la tasa de mortalidad por accidente laboral suele ser mayor en trabajadores de edad avanzada (Pransky et al. 2005).

Además de los riesgos físicos y de seguridad, existen también algunos riesgos psicosociales que afectan en mayor medida a los trabajadores de edad avanzada, como los estereotipos negativos y mayor vulnerabilidad al estrés laboral, entre otros (Salthouse, 2012).

Ante el envejecimiento imparable de la población trabajadora, las empresas se enfrentan al reto de adaptar las condiciones de trabajo para que sean más seguras y saludables para todos los empleados, independientemente de su edad (Ilmarinen, 2001; WHO, 2002; Silverstein, 2008).

Algunas recomendaciones en este sentido son:

  • Realizar una evaluación detallada de los riesgos ergonómicos y psicosociales específicos para los trabajadores de más edad.
  • Implementar programas integrales de promoción de la salud en el trabajo, incidiendo en hábitos como la actividad física, alimentación o deshabituación tabáquica.
  • Garantizar una adecuada vigilancia de la salud laboral, reforzando la detección precoz de enfermedades crónicas.
  • Adaptar las condiciones físicas del puesto de trabajo a las capacidades del trabajador (mobiliario ergonómico, ayudas técnicas, etc.)
  • Ajustar las exigencias del puesto al estado de salud del trabajador, facilitando cambios de tareas o ritmos de trabajo más pausados.
  • Proporcionar formación adaptada sobre nuevas tecnologías o procesos de trabajo.
  • Fomentar el apoyo social de compañeros y supervisores hacia los empleados de más edad.
  • Facilitar la reducción paulatina de jornada o la transición progresiva a la jubilación.
  • Combatir los estereotipos negativos sobre los trabajadores seniors.

El envejecimiento es un proceso natural que conlleva cambios físicos, psicológicos y sociales. En el ámbito laboral, esto se traduce en una mayor susceptibilidad de los trabajadores mayores a ciertas enfermedades y accidentes. Sin embargo, con las estrategias adecuadas se puede lograr un envejecimiento saludable y satisfactorio en el propio contexto laboral.

Las organizaciones deben adaptarse a esta nueva realidad demográfica implementando medidas preventivas integrales, que tengan en cuenta las necesidades cambiantes de los trabajadores a medida que envejecen. Las empresas deben apostar por entornos laborales inclusivos, que valoren la experiencia de los empleados mayores y se adapten a sus necesidades cambiantes para garantizar un envejecimiento activo y saludable. Esto beneficiará no solo a los propios trabajadores, sino a las organizaciones, que podrán retener el talento y conocimientos de profesionales valiosos.

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