Los médicos tienen un notable promedio mayor de suicidios que la población general, según un estudio empírico del Hospital Universitario Santa María de Lérida, revisado por pares y publicado en la revista Science Direct. El diferencial aumenta para las médicas, que registran un número aún mayor de suicidios, según ese mismo estudio.
Que la presión sociolaboral sobre los profesionales de la sanidad está siendo muy alta, en especial a raíz de la pandemia es un hecho. De ahí que sean numerosos los estudios, de los que viene dando cuenta el LARPSICO, que evidencian una significativa prevalencia del estrés laboral y/o del agotamiento profesional en estos profesionales (medicina, enfermería, etc.). Sin embargo, como para el resto de las profesiones, incluso de la población general, tratar el suicidio viene siendo un tabú y apenas contamos con estudios empíricos que afronte esta cuestión. Una “ley de silencio” que resulta mayor cuando se pretende afrontar el suicidio como un riesgo psicosocial correlacionado (un suicidio siempre tiene causas múltiples, entre las que pueden estar, con mayor incidencia o menos las condiciones y entorno de trabajo) con la actividad profesional que realiza la persona y la influencia que ejerce esta sobre ella.
Hasta el momento, uno de los ámbitos profesionales en los que se viene constatando, un año tras otro, más en el último, tanto este drama de los suicidios como el silencio institucional e incluso investigador (“drama sociolaboral oculto”), es en el cuerpo de la guardia civil. Drama que promedia una muerte cada 26 días, muy por encima de la media de la sociedad española (11 personas cada día en 2020) y de otros cuerpos policiales. Para las Fuerzas Armadas, recientemente dábamos cuenta de la STEDH, Sala Tercera, de 18 de enero de 2022 (CASE OF LYUBOV VASILYEVA v. RUSSIA, demanda 62080/09), que responsabilizó al Estado ruso del suicidio de un recluta por no atender debidamente su obligación de establecer medidas de prevención adecuada del riesgo de suicidio en este ámbito, pese a tener constancia estadística de la prevalencia de suicidios.
Justamente, para intentar cambiar esta situación de tragedias ocultas o invisibilizadas asociadas al suicidio como riesgo psicosocial de la población en general, y de la trabajadora en particular, se entiende, la Estrategia de Salud Mental 2022-2026, incorpora una novedosa línea, la línea 3, para la “Prevención, detección precoz y atención a las conductas suicidas”. Incluye una dotación económica de 100 millones de euros, a transferir a las CCAA. No obstante, muchos profesionales del sector de la psiquiatría ya han criticado que no contenga planes específicos, según los sectores profesionales, como el sector sanitario, rechazando el Ministerio de Sanidad un planteamiento sectorial, fragmentado
Sin embargo, acabamos de conocer un estudio que pone de manifiesto cómo en el ámbito de la medicina los suicidios estarían creciendo alarmantemente por encima de la media, tanto en hombres (que, con carácter general, suelen tener mayor prevalencia en los suicidios, en relación con las mujeres -variable de sexo-) como, aún más, en mujeres. Así lo ha revelado el citado estudio del Hospital Universitario Santa María de Lérida. Este estudio analiza y compara el número de suicidios de todos los profesionales de la medicina, así como de la población en general, entre los años 2055-2014, ambos inclusive.
Un periodo por tanto muy anterior a la crisis pandémica y en el que ya se muestra un crecimiento significativo del índice de suicidios en toda la población, más en el sector de la medicina. En estos años, la población española pasó de 43.662.613 a 46.455.123 personas y de 199.123 a 238.240 el número de médicos. Las fuentes para los datos relativos a defunciones del personal médico se extrajeron de las bases de datos del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) y las de la población general se obtuvieron del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Con una tasa bruta anual de muertes del 4,8 por 1.000 de personal médico registrados, el promedio de suicidios de los médicos sería notablemente superior al de la población en general (1,3 por ciento y 0,8 por ciento, respectivamente). Una tasa de suicidios que presenta una significativa dimensión de sexo-género, porque, según este estudio, por cada uno de los facultativos que se suicidan lo harían 1,53 mujeres. En consecuencia, el promedio de suicidios de médicas respecto de mujeres de la población en general (por tanto, también de otros sectores profesionales) sería notablemente superior.
Ante estos datos, parece que en el sector de la medicina no se confirma lo que se denomina “paradoja de género del suicidio”, que significa que las mujeres suelen tener más pensamientos suicidas, incluso tentativas autolíticas, sin consumarse el suicidio, que lo harían los hombres, pero son estos los que finalmente realizan mayores conductas autolíticas que sí acaban en suicidio consumado. Los datos generales son contundentes al respecto.
Atendiendo a estos datos nuevos, y sin perjuicio de la necesidad de revisarlos para un periodo tan significativo y diferencial como la pandemia, así como de aumentar notablemente este tipo de estudios empíricos, parecería aconsejable que el Gobierno revisara su estrategia a tal fin y atendiera de forma más específica no solo los factores laborales en general, sino muy en especial por sectores profesionales. En cualquier caso, va ganando terreno el enfoque de dar al suicidio un mayor espacio científico y social, también en el ámbito de las políticas de gestión de los riesgos psicosociales en el trabajo, integrando en el sistema de gestión de la seguridad y salud en el trabajo las políticas de promoción de la salud dirigidas a prevenir y detectar de una forma precoz las conductas suicidas en la población trabajadora, además de en la población en general.
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